Escudo de la República de Colombia

La lucha por recursos, territorio, vivienda, salud y bienestar son conflictos explicables –en principio– a partir de la estructura natural de los seres vivos.

Durante la Cátedra Sesquicentenario, el profesor Jesús Sigifredo Valencia, vicerrector de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Palmira, afirmó que “la naturaleza impone situaciones tan básicas como la termodinámica, según la cual todo sistema material que exista en el universo es susceptible de intercambiar materia y energía”.

Frente a esto, mencionó que esto se da en una clase particular de sistemas, específicamente el de los seres vivos, que cuentan con unas características especiales que les permiten gozar de autonomía para ese intercambio de materia y energía, además de reproducirse y relacionarse.

En ellos ese intercambio puede alcanzar connotaciones que en la cotidianidad producen conflicto, como por ejemplo frente a la escasez de alimentos los diferentes organismos compiten por hacerse al recurso, y allí está la energía.

De esta manera, todos los conflictos de la sociedad se pueden explicar por medio de la naturaleza: “esencialmente los conflictos se generan por mala distribución de recursos”, manifestó el académico, así como las dificultades de reproducción se relacionan –en el fondo– con la salud, y existen luchas por el territorio, por las fuentes de energía, por la comunicación, la educación y la vivienda.

“Los seres humanos son conflictivos por naturaleza pero pacíficos por educación y cultura”, agregó el docente, quien plantea que lo que motiva el conflicto es el instinto de supervivencia.

Pero los seres humanos tienen una característica diferencial: son inteligentes, lo que los configura como seres con capacidad de raciocinio que ante las posibilidades de conflictos por recursos, reproducción o relación se comportan de otra manera, permitiendo que la convivencia sea pacífica.

Educación y paz

Desde las academias más antiguas, las universidades han propendido por crear, asimilar, utilizar y difundir el conocimiento, que es la información que permite reconocer que –en términos de la biodiversidad biológica– los seres humanos son organismos que en la dinámica del ecosistema terrestre perseveran y persisten por obtener recursos.

La educación es un fin de memoria, y hace que reconocer la existencia de las limitaciones y diferencias biológicas, políticas, físicas, de capacidad y de competitividad, los lleve a ponerse de acuerdo en la adaptación de códigos, símbolos y valores que les permitan convivir pacíficamente.

“Eso tiene que asociarse necesariamente tanto con cosas elementales –como el reconocimiento y el respeto a la vida– como con los preceptos de solidaridad y simbologías más elaboradas como justicia y poder”, explicó el vicerrector Valencia Ríos.

Es ahí donde la educación juega un papel clave, pues aporta en la reducción de barreras que limitan la interacción y, finalmente, impacta en la construcción de sociedad y cultura.

La educación es una especie de ente regulador para las aspiraciones de los humanos, de manera que –según el concepto de la racionalidad–, antes que competir para utilizar esas capacidades, cooperen con una mejor dinámica de vida estableciendo una zona de deseos y confort apropiada para todos los integrantes.

Tomado de Agencia de Noticias UN.