Escudo de la República de Colombia

Aunque Colombia es el mayor exportador mundial de gulupa, es necesario abrir nuevas posibilidades de mercado interno si se quiere proyectar esta fruta como eje en la sustitución de cultivos ilícitos.

El enorme crecimiento que ha tenido el mercado de gulupa para Colombia, que la sitúa como la cuarta fruta que más ingresos le genera al país por exportaciones, plantea la posibilidad de promover su cultivo como alternativa económica en los territorios afectados por el conflicto armado.

Entre 2010 y 2017, los ingresos por la exportación de gulupa pasó de 10 a 25 millones de dólares, asegura el profesor John Ocampo, del grupo de investigación en Recursos Fitogenéticos Neotropicales de la U.N. Sede Palmira.

El docente explica que este cultivo tiene ventajas en términos de rentabilidad y empieza a producir solo ocho meses después de la siembra. “Si se invierten 50 millones de pesos en una hectárea, en tres años el cultivo puede generar ganancias que dupliquen el valor de ese primer gasto”, asegura.

Según explica, mientras que en la producción de otros alimentos el campesino debe invertir en costos de transporte, con la gulupa es el exportador quien se acerca a los agricultores a comprar, debido a la rentabilidad que ostenta. Así, el atraso en infraestructura de transporte que padece el sector rural del país no golpea de la misma manera a los campesinos que se dedican a este cultivo.

“Es una alternativa de economía campesina, porque el agricultor no tiene que irse hasta las grandes ciudades a vender. Además los grupos indígenas tienen un modelo de producción organizado y por cooperación en mingas que evita que el comprador juegue con los precios a su antojo”, describe el profesor Ocampo.

¿Hasta dónde puede crecer?

Al productor en Colombia le pagan entre 3.800 y 4.200 pesos por un kilo de gulupa, por lo que, según el docente Ocampo, la fruta resulta muy costosa para el mercado interno. Por ello, el 90 % de lo producido se exporta principalmente a Europa, a países como Holanda, Alemania y Francia, en donde la unidad puede llegar a venderse a 5.100 pesos, en promedio.

Con 800 hectáreas sembradas, Colombia es el mayor exportador del mundo, razón por la cual el investigador de la U.N. teme que aumentar la cantidad de cultivos llegaría a generar una sobreoferta que disminuiría los precios y, por ende, la rentabilidad para pequeños productores.

En su opinión, es necesario adelantar un estudio de mercado para determinar hasta dónde se puede avanzar con la gulupa antes de promoverla para la sustitución de cultivos.

Más consumo interno

Por otro lado, es necesario fortalecer el consumo interno de la fruta a partir de la generación de productos con los derivados que en este momento no se están utilizando en la cadena de exportación. “Existe un porcentaje de la cosecha que no sale del país, porque su deterioro externo no cumple con ciertos estándares internacionales. Con estas frutas que se quedan se podrían hacer jugos, postres y cocteles, por citar un ejemplo”, explica el investigador Ocampo.

La cáscara de la gulupa se puede utilizar para producir harinas; la flor tendría un alto valor como planta ornamental, y a partir de la semilla se podrían producir aceites para la industria cosmética. Otra oportunidad está en promover el carácter nutracéutico de la fruta, por su aporte a la conservación de la salud y la posibilidad de producir passiflorina, para tratamientos contra la ansiedad y el insomnio.

“Se trata de imprimir valor agregado para aprovechar estas propiedades. De esta manera y a través de la tecnificación se puede mejorar el rendimiento del cultivo sin generar impactos negativos en los precios del mercado”, asegura el profesor.

En promedio, la producción de gulupa en Colombia alcanza las 25 toneladas por hectárea cada año, mientras que en Antioquia hay cultivos en los que el rendimiento llega a las 50 toneladas.

En la U.N. Sede Palmira se han hecho estudios para el manejo de plagas de la gulupa como la mosca de botón floral. Además se ha trabajado en investigaciones para la selección de genotipos genéticamente superiores, conservación de semillas, polinización, sistemas de propagación vegetativa y zonificación agroecológica.

Actualmente se formulan proyectos para enfrentar problemas como virosis o la secadera de la planta, además de avanzar en sistemas de injertación con los recursos genéticos de la especie.

Tomado de Agencia de Noticias U.N.