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Principios plasmados en el Acuerdo en La Habana para tener paz, como igualdad, reconocimiento, erradicación de la pobreza y alimentación saludable, también son considerados en el quehacer de la agroecología.

 

Así lo destacó la doctora Marina Sánchez de Prager, ingeniera agrónoma y docente de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Palmira, en la Cátedra Sesquicentenario “Cultura ambiental para una paz estable y duradera en Colombia”.

Según la docente, se deben plantear alternativas más limpias y sostenibles aprovechando la amplia investigación nacional y mundial que se está dando en este campo y que ha logrado que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) acepte que se pueden producir alimentos sin agroquímicos, y que desde la agroecología se puede alimentar el mundo.

De ahí que para lograr una paz estable y duradera en el país, todos los sectores deben comprometerse; en esa tarea es fundamental que la U.N. contribuya con la construcción de sujetos sociales y le apunte a una “ciencia con conciencia”.

“Nos están formando para ser competitivos, pero la reforma que se viene para construir esa paz estable y duradera necesita que la Universidad haga cambios importantes en sus paradigmas”, mencionó la académica.

Soberanía alimentaria

La agroecología busca conseguir la soberanía alimentaria, energética y tecnológica. Es necesario que en el país no haya hambre, pues una de las bases de la paz es que todos coman, y que lo hagan de manera saludable. Por eso se debe recuperar el saber ancestral en torno a los alimentos.

La soberanía energética se refleja en las fuentes de energías alternas y renovables, muy presentes en las fincas de los agricultores. Por último, la Universidad debe aprender de la soberanía tecnológica, pues los campesinos innovan constantemente desarrollando herramientas que suplen sus necesidades y son apropiadas para su territorio.

Por su parte, Hildebrando Vélez, investigador y ponente en la Cátedra Sesquicentenario de la U.N., considera que es necesario hacer un fortalecimiento científico, social, cultural y ético a las comunidades, y esa labor se debe hacer desde la Universidad, por lo cual se tendrán que volcar esfuerzos hacia el aprovechamiento de esa oportunidad.

Según el académico, el campo ha padecido la concentración de gran parte del conflicto armado en Colombia, que se refleja en la falta de oportunidades para los campesinos en su crecimiento político y su colectividad, y en la ausencia de condiciones para el aprovechamiento ecológico de los suelos y el agua, recursos que se han destruido, monopolizado y contaminado por procesos industriales.

Desde el punto de vista de la profesora Sánchez, el reto para la U.N. Sede Palmira es fortalecer la línea de conocimientos en técnicas agroecológicas frente a la producción con agroquímicos.

Acuerdos sobre el territorio

Por su parte, la ex congresista y ambientalista Alegría Fonseca recalcó que en el campo la paz se ve amenazada por la dificultad de acuerdos sobre el territorio, en los cuales existe despojo y exclusión, además de la pérdida de credibilidad en las instituciones y en el proceso de paz.

Su visión para afrontar esa coyuntura es que se debe, primero, realizar programas territoriales intersectoriales con visión regional, organizando y empoderando a las comunidades para cumplir los acuerdos, respaldando la paz en todos los territorios.

Finalmente, de nuevo se vislumbra la idea de que es necesaria una articulación entre el campo y la Universidad que dé prioridad a la investigación y a la participación de la ruralidad, buscando una agricultura más sostenible y saludable que impacte de forma positiva la consolidación de la paz.

Tomado de Agencia de Noticias UN.

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