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El uso de especies nativas, el manejo y la siembra de árboles frutales, el uso eficiente del agua y la producción de abonos orgánicos permitió que 214 familias, de once municipios del Valle del Cauca, revitalizaran los suelos erosionados de sus fincas agropecuarias.

Por ejemplo, la siembra de árboles frutales y forrajes, el uso de lombricompost (abono que producen las lombrices de tierra) y la cría de cuyes (cavicultura) conforman la fórmula con la que los propietarios de la finca El Milagro en Roldanillo, al norte del Valle del Cauca, consiguieron recuperar los suelos abatidos por el desgaste extremo.
Una de las propietarias de esta finca agroecológica, Marta Salcedo Grajales, afirma que la producción de café genera muchos residuos orgánicos, los cuales al mezclarlos con la cuyinaza (estiércol de cuy), en un lombricultivo, se transforman en abono. Con esta materia prima se nutren los suelos donde crece el forraje que alimenta los animales, fuente de proteína para autoconsumo y venta.

El Milagro es un ejemplo de cómo se pueden aprovechar de manera sustentable los recursos de una finca y, a su vez, mejorar los ingresos económicos de los productores.

Se trata de los resultados del convenio entre la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Palmira y la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), el cual permitió recorrer municipios como Bugalagrande, Tuluá, Dagua, Restrepo, La Cumbre, Zarzal, Roldanillo, La Unión, Cartago, Alcalá y Ulloa.

Allí se intervinieron 689 hectáreas (ha) destinadas a la producción agrícola y pecuaria con el propósito de garantizar la protección del suelo, cuya erosión es una de las problemáticas más importantes de la región y del país.

Jhoan Sebastián Mora, ingeniero agrónomo de la U.N., explica que en el Valle del Cauca los suelos sustentaban diversos tipos de bosques pero, al ser utilizados para producción agrícola, quedaron desprotegidos y susceptibles a procesos de erosión.

Además, “se cree erróneamente que los árboles afectan el rendimiento de las pasturas, sin embargo, estos sirven como cercas vivas que facilitan el intercambio (ciclaje) de nutrientes, la protección física del suelo y, por tanto, son aliados en la reducción de la erosión, la conservación de la humedad y el aumento de la biodiversidad”.

Aprender haciendo

Para llevar a cabo el proyecto, fue necesario realizar acercamientos que promovieran la utilización del conocimiento de las comunidades rurales, mediante la cooperación entre los campesinos y el equipo de profesionales, coordinado desde el Instituto de Estudios Ambientales (Idea) de la U.N.

El trabajo se desarrolló bajo el esquema “aprender haciendo”, en el que a través de parcelas investigativas confluyen, con sus saberes y experiencias, investigadores, agricultores, ganaderos, docentes y estudiantes. De esta manera, se establecieron tres líneas de acción, agropecuaria, hídrica y ambiental.

El componente agropecuario fue diseñado para promover estrategias que facilitaran el flujo de nutrientes y energía en cada predio. Para ello, se llevaron a cabo iniciativas centradas en la agrobiodiversidad y la soberanía alimentaria de los integrantes de las familias.

Por ejemplo, en las fincas agrícolas fueron establecidas 43 unidades de lombricultura, con lombrices rojas o composteras, las cuales convierten las malezas y los desechos en un abono llamado humus, efectivo para la recuperación de suelos degradados. Mientras que, en los predios de vocación ganadera, se sembraron 25 kilómetros (km) de cercas vivas y árboles dispersos al interior de los potreros. Además, el manejo de bancos forrajeros (áreas de las fincas dedicadas a la siembra de pastos para alimentar el ganado) fue establecido.

Respecto al componente hídrico, el enfoque mitigó las problemáticas existentes en torno al agua. Establecieron 16 km de sistemas de riego por goteo y exploraron la posibilidad de usar el agua lluvia, pues es un recurso desaprovechado y relativamente abundante en las zonas intervenidas durante ciertas épocas del año.

En cuanto a las acciones de carácter ambiental, se contempló el aislamiento de 156 ha de bosque y fuentes hídricas. También, fueron creados corredores biológicos en áreas con fuertes procesos erosivos con el fin de restaurarlas y, al mismo tiempo, favorecer el tránsito de fauna entre relictos boscosos. De igual manera, se realizaron aislamientos forestales para protegerlas de la presencia del ganado.

“Llevamos casi una década realizando agricultura orgánica, por lo que tenemos el fundamento empírico. El programa nos apoyó técnicamente con prácticas que aumentaron la producción de maíz, fríjol y zapallo”, afirma Jorge Enrique Hernández Pascuas, de la cuenca del río Dagua, beneficiado con el proyecto.

En un alto porcentaje, la iniciativa estuvo enfocada en los procesos de agricultura familiar que tienen un importante papel socioeconómico, ambiental y cultural frente a las condiciones agroecológicas y las características territoriales de la región.

Tomado de Agencia de Noticias UN.